14/12/10

Ethan al desnudo (Centauros del Desierto)

De Centauros del desierto se pueden destacar muchos aspectos: desde la fotografía, con la grandiosidad y belleza del Monument Valley, hasta la gran banda sonora de Max Steiner. Pero nada resalta tanto como la construcción psicológica de su protagonista, Ethan Edwards, interpretado por John Wayne. Su personaje es uno de los más complejos de todas las obras que conforman la filmografía de este genio del western llamado John Ford. Un personaje que podrá gustar mucho o poco, pero que es presentado con una hondura psicológica extraordinaria. Ethan Edwards es un personaje antipático, tosco, egoísta, desagradable, cruel, triste. A través de engranajes lo más sutiles posibles, esto son gestos, miradas, objetos, etc., Ford va construyendo de manera implícita el personaje, sin darnos nosotros apenas cuenta. Así, por ejemplo, sabemos que está amargamente enamorado de la mujer de su hermano a través precisamente de lo que no se dicen. Flota en el aire. Son sus miradas esquivas, sus gestos reprimidos, los que nos indican que en un pasado puede que algo hubiera pasado.

Este pasado forma parte esencial de la identidad de Ethan Edwards, un pasado oscuro del que no sabemos prácticamente nada y que le impide adaptarse o integrarse en ningún tipo de ámbito, ya sea social o familiar. Seguramente la guerra y algún que otro hecho han provocado en él este recelo hacia las personas que lo rodean, un recelo que se transforma en odio cuando se trata de los indios. Provocado por la muerte de su familia a cargo de la tribu liderada por el jefe Scar, Edwards también tiene una actitud racista explícita, descarada y agresiva contra los indios. O al menos durante gran parte del metraje. Les dispara incluso después de que se rindan y intenten escapar, como podemos observar en la escena del río. Es un tipo con unas cualidades que provocan que sea imposible empalizar con él, pero sin embargo, a medida que la película avanza, nos vamos sintiendo inconscientemente atraídos por su particular personalidad. Edwards sufre una evolución clara pero lenta. Se abre poco a poco. Su relación con los demás se suaviza, lo podemos comprobar con su sobrino Martin Pauley. A pesar de que su comportamiento se basa con frecuencia en reacciones primarias, compulsivas, sus ideas van perdiendo su carga de maldad para acabar aceptando a su sobrina Debbie, ya una india más, y llevársela a casa, donde realmente pertenece. Sin embargo, esta ligera flexibilidad en su personalidad no quita que siga siendo un personaje crudo, visceral.




Si el personaje interpretado por John Wayne incorpora multitud de dimensiones, no se puede decir lo mismo de otros personajes, en especial de Debbie, la sobrina secuestrada por los indios. Ahí radica uno de los aspectos negativos del film. La construcción de Debbie, que representa el objetivo final del protagonista, es pobre y su personalidad, muy confusa. Hay un cambio demasiado brusco entre la Debbie que rechaza marcharse del poblado indio en la escena donde John Wayne está a punto de dispararle, y la Debbie que cae rendida en los brazos de su tío y acepta gratamente volver a casa, en una de las escenas finales, olvidándose de su determinación de quedarse con “su pueblo”, como ella llama a los comanches. Su personalidad tenía que estar algo más trabajada; sin embargo, probablemente la formación cultural de John Ford le hacía muy difícil de imaginar otro desenlace que no fuera el regreso de Debbie a sus orígenes.


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