3/12/10

Savoir faire (Luna nueva)

Cuando pienso en Howard Hawks una de las primeras características que me vienen a la cabeza es la integridad moral de la que hacen gala muchos de los personajes que aparecen en sus trabajos. Pienso, por ejemplo, en John T. Chance, encarnado por un siempre espléndido John Wayne, en Río Bravo. El sheriff que, a pesar de contar solamente con la ayuda de un borracho y un tullido, asume los riesgos de su profesión y cumple con su deber absteniéndose de pedir ayuda a los ciudadanos. Chance es un profesional tal y como lo concibe Hawks. Esta profesionalidad también podemos encontrarla en Luna Nueva, comedia basada en la obra de teatro The Front Page, de Ben Hecht y Charles MacArthur. La encontramos escondida en los entresijos del mundo del periodismo, retratado por Hawks como un mundo en el que las personas que se mueven a su alrededor se guían sólo por los intereses y por el afán de protagonismo. Es entre la maleza, entre las disputas protagonizadas por periodistas y políticos, entre las ansias de poder, donde finalmente sale a la luz desde algún rincón la capacidad de los seres humanos de permanecer íntegros, profesionales. Así, el personaje interpretado por Cary Grant, Walter Burns, el director del periódico Morning Post, caracterizado durante casi todo el metraje cómo un hombre maquiavélico y conspirador, que intenta de todas las formas posibles que su exmujer, Hildy Johnson, no se vaya a vivir con su actual pareja y en consecuencia deje el diario, al final saca su entereza de algún lugar recóndito y le dice a Hildy que debería ir marchando, que su pareja la está esperando, que se dé prisa, que intentaba hacer algo noble por una vez en la vida. Este contrapunto, este momento de inflexión en la personalidad de Burns nos permite vislumbrar que, a pesar de todo, al final las personas son buenas. Almenos según Hawks.


En el personaje de Hildy Johnson esta integridad aparece más marcada y la podemos observar, por poner un ejemplo, en la defensa que hace de Molley Malloy, una pobre mujer víctima de las ansias de los periodistas por ser sensacionalistas y vender más ejemplares. La secuencia en cuestión también nos va bien para ver esta profesionalidad en los distintos periodistas, personajes secundarios, que aparecen en la película. Todos ellos parecen no tener escrúpulos, siempre buscando lo morboso de la noticia. En el film son crueles con Molley, pero cuando ésta les alecciona con un discurso sincero y penetrante, los periodistas reflexionan y se sienten mal. Lo podemos notar con el freno repentino del ritmo de la narración. Hay silencio. Están abatidos por su conducta. Antes eran unos profesionales. Ahora se dan cuenta que nada queda de todo aquello.

Como hemos comentado, todo esto ocurre en un marco como es el del periodismo y la confluencia –o divergencia- de intereses respecto a la política. Hawks realiza un retrato muy lúcido de este mundillo, presentando en pantalla una serie de temáticas que aún permanecen vigentes hoy en día. Y ya han pasado sesenta años. El sensacionalismo, la ética periodística, los valores en entredicho, la relación que se produce irremediablemente con el sector político… todos estos temas aparecen en Luna Nueva, todos ellos elementos de una comedia con ritmo frenético y profusión de diálogos –geniales y rapidísimos- con una acción que se sitúa casi siempre en el mismo lugar pero que, sin embargo, no da tregua ni respiro. Esta característica es posible, en gran parte, gracias a las estupendas interpretaciones de los actores –especialmente los dos principales, Cary Grant y Roselind Russell- y gracias también al magnífico guión que procede de la obra teatral. Por algún motivo será que se han hecho hasta cuatro versiones hasta la fecha de este trabajo de Hecht y MacArthur.

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